Octavo rector: Federico Sotelo Ortiz
1968 – 1973
Hombre de grandes metas e ideales, amante del conocimiento, apasionado de su profesión, de carácter fuerte, excéntrico, alegre, inquieto, franco, generoso, la vida del doctor Federico Sotelo transcurrió entre el amor a su familia, el desarrollo de su carrera como médico y la práctica de pasatiempos le que le proporcionaba momentos de grata felicidad.
Hijo mayor de José María Sotelo Romero y Concepción Ortiz de Sotelo, Federico Sotelo Ortiz nació en Caborca, Sonora, el 4 de julio de 1913. Tuvo dos hermanos: Belia y Edgardo. Lamentablemente su madre falleció al dar a luz a este último, a la edad de veintiséis años. Su abuela, que era viuda, se hizo cargo de los tres niños. De condición humilde, para ayudarse económicamente elaboraba coyotas, pan y otros alimentos. Su padre volvió a casarse pero siempre estuvo pendiente de sus primeros hijos. Cuando estaba en la primaria se fue a vivir con él por un año y lo inscribió en una escuela de Ajo, Arizona, en donde comenzó a aprender inglés. Tanto don José María como sus hermanos, Adalberto y Teodoro, eran maestros.
El pequeño Federico cursó la escuela primaria en Caborca. Uno de sus recuerdos de infancia era que no tenían dinero para comprar zapatos. En tiempo de frío esa carencia le afectaba más. Mucho tiempo después se convertiría en un asiduo comprador de calzado, tal vez para mitigar un poco la pena que le causaban esas remembranzas. Cuando concluyó la primaria, se trasladó a Hermosillo en donde ingresó al internado Cruz Gálvez y cursó los estudios de secundaria y normal en la Escuela Secundaria y Normal del Estado. Joven de ideas y aspiraciones firmes, no se conformó con las limitadas ofertas educativas que en ese tiempo había en la capital del estado, por lo que decidió trasladarse a la Ciudad de México. Eran tan escasos sus recursos que emprendió el traslado en el carro-correo que llevaba la correspondencia de Hermosillo a la Ciudad de México, pues le era imposible costear el trayecto en tren. Ingresó a la Escuela Nacional Preparatoria en donde cursó el bachillerato en Ciencias Biológicas. No estuvo solo en esa aventura, ya que algunos otros compañeros y amigos suyos, que después serían, como él, hombres destacados, dejaron Hermosillo impulsados por un deseo fuerte de superación. Ellos fueron, entre otros, Luis Encinas Johnson y Carlos Cabrera Muñoz.
El profesor Abelardo B. Sobarzo (quien entre otros cargos políticos ocupó la presidencia municipal de Hermosillo de 1939 a 1941 y la de Cajeme de 1941 a 1943) lo estimaba mucho y lo apoyó para que realizara sus estudios en la Ciudad de México. Años después, en un noble gesto de agradecimiento, le pondría “Abelardo” a su primer hijo varón. Al concluir sus estudios de preparatoria se inscribió en la facultad de Medicina de la Universidad Nacional Autónoma de México, de la que fue alumno de 1934 a 1939. Además, se inició como docente en esa institución impartiendo la materia de Anatomía. Se caracterizó por ser un estudiante brillante, lo que ya había demostrado en sus etapas de estudio anteriores. En una ocasión, cuando estaba en el quinto año de su carrera, realizó un viaje a Hermosillo y visitó la Escuela Secundaria y Normal. El director del plantel hizo que todos los alumnos se formaran en el patio y anunció que les presentaría al estudiante más destacado que había tenido la escuela, e hizo que Federico Sotelo Ortiz diera un paso al frente y se le brindara un aplauso.
Como parte de una inquebrantable vocación de servicio, acostumbraba atender gratuitamente a personas de escasos recursos. Los días jueves sólo atendía en su consultorio a gente que carecía de medios económicos para pagarle. A veces los pacientes hacían largas filas esperando el turno para ser atendidos. Además de darles consulta gratuita él se hacía cargo de los tratamientos, que incluían medicinas, prótesis, vendajes, etcétera. A los maestros, por el hecho de serlo, tampoco les cobraba. Para enfatizar la heterogeneidad de sus pacientes, su amigo, Rafael Vidales Tamayo, escribió: “Al consultorio de Sotelo acudían millonarios y jornaleros, intelectuales e ignorantes, políticos y funcionarios. A todos los trataba por igual, con similar profesionalismo”.
El doctor Federico Sotelo perteneció a varias asociaciones nacionales e internacionales de medicina y ortopedia. Fue académico titular de la Academia Nacional de Medicina; académico titular de la Academia Mexicana de Cirugía; socio activo de la Academia Mexicana Americana de Cirujanos; socio activo de la Sociedad Internacional de Cirujanos Ortopedistas y Traumatólogos; miembro honorario de la Real Academia de Ciencias de Londres; profesor honorario de la Universidad de Tel Aviv; miembro honorario de la Sociedad Norteamericana de Ortopedia, miembro de la Academia de Cirugía de Nueva York, y miembro de la Sociedad Latinoamericana de Ortopedia, entre otras instituciones.
Llegó a la rectoría de la Universidad de Sonora en un momento en que la comunidad universitaria demandaba una apertura democrática, así como una mayor participación en el proceso de transformación que vivía la casa de estudios después de la huelga de 1967. En general, los universitarios estuvieron de acuerdo en que él era la mejor opción para disminuir las tensiones que existían al interior. Sin embargo, poco tiempo después de que tomara posesión del cargo, los estudiantes lo invitaron a una asamblea en el auditorio Emiliana de Zubeldía. Indudablemente, el propósito era ponerlo a prueba frente a la comunidad estudiantil. El primer alumno tomó la palabra e inmediatamente después el rector le dijo: “No sabes hablar, lo que estás diciendo no tiene sentido. Primero aprende a estructurar lo que dices y después hablamos”. Acto seguido abandonó el auditorio y los estudiantes le aplaudieron.
Al asumir la rectoría no dejó de ejercer sus actividades como médico. Aunque su ritmo de trabajo como tal disminuyó, seguía yendo diariamente a su consultorio, atendiendo a sus pa9ientes y realizando operaciones. Éstas se redujeron de tres diarias, a sólo una, en promedio.
Durante su gestión se preocupó por impulsar una universidad moderna. En uno de sus primeros discursos, dijo: “La Universidad de Sonora necesita salirse de los viejos lineamientos y emprender una nueva marcha que la lleve a ocupar el sitio a que está predestinada. Para ello tendremos que romper con los viejos moldes e iniciar otra etapa, la cual creemos que será de vital importancia para nuestra querida institución”. Su período se caracterizó por una política de puertas abiertas a la comunicación entre estudiantes, maestros y autoridades universitarias.
Se propuso intensificar la investigación científica a través del Centro de Investigación Científica y Tecnológica de la Universidad de Sonora (CICTUS) y de los laboratorios de la institución. Contrató catedráticos con postgrado. Promovió becas para maestros y estudiantes con el fin de lograr su superación académica e impulsó intercambios con universidades nacionales y extranjeras. Gestionó un nuevo servicio médico para los trabajadores, cuidando que estuviera a cargo de los mejores especialistas en el ramo. Cambió el sistema de cursos anuales a semestrales. Inauguró los sorteos de la Universidad en colaboración con la Federación de Estudiantes (FEUS). Fundó la escuela de Geología e ingresó a ella corno alumno. En 1971 se fundó la Escuela de Economía.
Uno de sus grandes proyectos, que desafortunadamente no llegó a realizarse, fue la creación de la Escuela de Medicina. Él conocía las necesidades que existían en el estado en relación a ese sector, y por la experiencia de sus visitas a universidades de muchas partes del mundo sabía cuáles debían ser las características de ese gran complejo que él quería construir. Durante una visita que hizo a Sonora el entonces presidente Luis Echeverría, que era su amigo, le presentó la maqueta de lo que serían las instalaciones de la futura escuela. Para el proyecto ya existían los recursos, pues se había dado a la tarea de conseguir con diversas corporaciones norteamericanas una generosa cantidad de dinero en calidad de donativo. El congreso de Estados Unidos envió a un representante a la Universidad de Sonora para que verificara la viabilidad del proyecto y éste dio un informe favorable al respecto. El único requisito que pedía el gobierno norteamericano para que se hiciera efectiva la donación era una constancia oficial en la que se acreditara que ésta se había realizado, para que pudiera ser deducible de impuestos. El único que tenía la facultad para firmar ese documento era el gobierno federa1, pero el trámite no se realizó con el simple argumento de que “México no recibiría la ayuda de Estados Unidos”. Por esa negativa la construcción de la Escuela de Medicina no se pudo llevar a cabo.
Una de las prioridades del rectorado del Dr. Sotelo fue relacionarse directamente con la comunidad universitaria para conocer de primera mano su situación y su problemática. Debido a que para él lo más importante era la docencia, utilizó como estrategia la realización de visitas diarias a diferentes escuelas para entrar corno oyente a alguna clase que en ese momento se estuviera impartiendo. No avisaba, sino que llegaba de improviso. Eso le daba la oportunidad de evaluar la calidad de los cursos. Con los estudiantes tenía un trato de mucha comunicación y familiaridad.
Cuando llegaba a la Universidad, ya sea en su carro o en su motocicleta, saludaba a los muchachos, les jugaba paletas heladas a los volados y se sentaba en las escalinatas del edificio principal a platicar con ellos. Dado que tenía muy presentes las dificultades a las que se había enfrentado durante su vida estudiantil, constantemente hacía visitas a las casas de estudiantes no sólo de Hermosillo sino de otras partes del estado para ver en qué situación estaban y apoyarlas en lo que fuera posible. Su sueldo de rector lo dedicó, por interpósita persona, a ayudar a estudiantes necesitados, los que nunca supieron la procedencia de esa ayuda. Los estudiantes lo llegaron a querer por su autenticidad, generosidad y buena fe. Los miembros de la estudiantina cambiaron la letra de la canción “De Colores” para cantarla en fiestas y reuniones en las que él estuviera presente. Dos versos decían más o menos así: “De colores, de colores se viste Sotelo en las graduaciones; de colores, de colores los buenos rectores se deben vestir”. Los problemas de los trabajadores los hacía suyos y los resolvía. Con frecuencia los invitaba a convivios y carnes asadas para que fuera en un ambiente informal en donde expusieran sus inquietudes y necesidades. El trato con los maestros también era muy estrecho. Las bromas con ellos eran frecuentes. Un maestro recuerda que en una ocasión en que la Universidad iba a recibir la visita del embajador de Estados Unidos en México, le dijo: “Hey tú, va a venir el embajador, así que no te me vayas a vestir ‘asotelado’, te me pones un buen traje”.
La Geología era otra de sus pasiones. Además de haber cursado todas las materias de la carrera que él mismo fundó en la Universidad de Sonora, tomó diplomados sobre el tema en otros lugares. Tenía muchos libros sobre esa disciplina, algunos muy valiosos y de difícil adquisición, los cuales donó a la institución. Algunas veces impartió la materia de Tectónica de Placas. Sus alumnos se sorprendían de que se acordara tan bien de todo lo referente a esa temática, y él les decía que su memoria estaba muy entrenada desde que había tenido que aprenderse todos los nombres de los huesos, de los músculos y todo lo que hay que saber de la anatomía del cuerpo humano.
Carlos Moncada señala en el Tomo III de la Historia General de la Universidad de Sonora que el 17 de marzo de 1973, por la mañana, el Consejo Universitario se reunió con un solo punto en la agenda: el nombramiento de la Comisión de Reglamentos, que supuestamente trabajaría con base en el texto del proyecto de nueva Ley. El consejero profesor Fernando Cota Madero informó que el Rector había presentado las propuestas pero no había permitido la discusión. Entonces la FEUS demandó al Consejo que desconociera al Rector, y el 19, en una acción concertada, los estudiantes tomaron la Rectoría y las escuelas porque, dijeron, querían una universidad crítica, con libre juego de ideas y democracia.
Todas las sociedades de alumnos, inclusive la de Navojoa, apoyaron el desconocimiento. Por su parte, el Patronato ordenó la publicación de un desplegado en el que invocaba los fundamentos legales de su creación y afirmaba que había cumplido de buena fe sus deberes, pero que si el Consejo Universitario o la nueva Ley lo disponía, estaba dispuesto a entregar la responsabilidad a la persona o personas designadas, previa auditoría (Información, 20 de marzo).
El día 23, el Consejo destituyó al doctor Sotelo por 33 votos a favor de la propuesta y una abstención. La FEUS, que en esta fase del conflicto se había apoderado de la mayoría de los edificios para presionar, obstaculizando las actividades académicas y laborales, los entregó inmediatamente.
Hombre de una gran rectitud, su vida estuvo llena de metas e ideales. Se caracterizó por su filantropía, su humanismo y su generosidad. Fue excéntrico y controversial, a la par que dinámico, inquieto y productivo. Son muchas las personas que recuerdan con gran cariño a ese hombre de trato sencillo y directo, de gran inteligencia y sensibilidad, que con su vida entera demostró que la voluntad es la virtud que encauza a la realización de los ideales de una persona.
Federico Sotelo Ortiz murió el 1 de diciembre de 1992.
Principales avances de la Universidad de Sonora durante el rectorado de Federico Sotelo Ortiz
• Impulsó la investigación científica a través del Centro de Investigación Científica y Tecnológica de la Universidad de Sonora (CICTUS) y de los laboratorios de la institución.
• Promovió becas para maestros y estudiantes con el fin de lograr su superación académica.
• Impulsó intercambios con universidades nacionales y extranjeras.
• Gestionó un nuevo servicio médico para los trabajadores.
• Inauguró los sorteos de la Universidad en colaboración con la Federación de Estudiantes (FEUS).
• Fundó las escuelas de Geología y Economía.
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Fuente:
• Guadalupe Beatriz Aldaco. Nuestros rectores. Edición conmemorativa del 61 Aniversario de la Universidad de Sonora.
• Carlos Moncada señala, Historia General de la Universidad de Sonora. Tomo III.
Obra plástica: Enrique Rodríguez