Décimo segundo rector: Marco Antonio Valencia Arvizu
1989 – 1993
Observador y analítico, de temperamento ecuánime y tranquilo, siempre preocupado por aprender no sólo lo que tiene que ver con su profesión sino con otras disciplinas que han llamado su interés desde que era niño, Marco Antonio Valencia es un hombre optimista y satisfecho con su vida. Algunos de los valores y actitudes que pondera son la perseverancia, la vocación de servicio y la búsqueda de la verdad. Para él, el conocimiento y la educación les otorgan más valor a las personas que sus posesiones y riquezas.
La familia de su padre, Feliciano Valencia Nogales, estuvo asentada en Arizpe al menos desde principios del siglo XIX. La de su madre, María Olga Arvizu Leyva, proviene también de las regiones de Arizpe y Soyopa, pero se asentó a finales de 1915 en Cananea, en donde la pareja se conoció alrededor de 1946. Varios años antes, en 1941, Feliciano había cambiado su residencia a esa ciudad para trabajar en la Agencia Fiscal del Estado, de donde se jubilaría después de prestar sus servicios en esa dependencia por más de cincuenta años. La pareja contrajo matrimonio y el primero de noviembre de 1947 nació su primer hijo, Marco Antonio, al que le siguieron Norma Lilia y Luis Feliciano.
Su infancia transcurrió en una población que vivía alrededor del trabajo minero y se regía por los horarios de la mina. Uno de sus primeros recuerdos de cuando era niño es el silbato que anunciaba alguna hora de entrada o salida de los trabajadores. En Cananea el béisbol era muy popular y practicado en todos los niveles. Uno de los grandes peloteros sonorenses, Aurelio Rodríguez, fue su compañero en la primaria y la secundaria.
De pequeño más bien era tímido y un tanto introvertido. Prefería más estar solo que con muchas personas, lo que le daba la oportunidad de observar, reflexionar e irse formando criterios sobre lo que lo rodeaba. Era un niño interesado en aprender y en hacer bien las cosas. También era muy cuidadoso con su apariencia y en particular con su ropa: cuando jugaba no le gustaba poner las rodillas sobre la tierra y mucho menos arrastrarse porque no le gustaba que sus pantalones se rompieran, ni andar sucio. “No es que vistiese muy elegante, pero me gustaba andar presentable”, recuerda. En la adolescencia su carácter no cambió demasiado. Por ser serio, pensativo y poco comunicativo, la gente solía calcularle mayor edad que la que en realidad tenía. En la medida en que fue creciendo, conociendo más a fondo las cosas y las relaciones humanas, y tomando mayor dominio de su propia vida, fue dejando poco a poco atrás esa timidez, la cual, sin embargo, no significó nunca un impedimento para avanzar en sus propósitos y relacionarse con la gente.
Las matemáticas le gustaron desde la escuela primaria. No entendía por qué sus maestros lo frenaban cuando se salía un poco de la rigidez en la solución de ciertos problemas. Ilustra esta situación con una anécdota: Cuando estaba en tercer año les enseñaron a sacar el área de un icosaedro, un cuerpo de veinte caras, cada una de las cuales tiene la forma de un triángulo equilátero. El procedimiento para obtener el resultado que la maestra les enseñó consistía en obtener primero el área de una cara y luego multiplicarla por veinte. Pero él no le veía razón a dividir entre dos el resultado de multiplicar la base por la altura para después multiplicarlo por veinte, cuando se podía hacer de una manera más simplificada y rápida: multiplicar la base por la altura y agregarle un cero, lo que daría la misma cifra. Él solía reparar en ese tipo de detalles, demostrando que no se conformaba con las fórmulas. En la secundaria notaba que a la mayoría de sus compañeros se le dificultaban mucho las matemáticas, pero sentía que cuando él les explicaba ellos entendían. Con esos antecedentes le nació la idea de estudiar una carrera en la que se utilizaran ampliamente las matemáticas, así como la inquietud de enseñar esa materia.
Después de concluir sus estudios de primaria y secundaria y visualizar que sería más provechoso para él cursar la preparatoria en la Universidad de Sonora, ya que ahí se contemplaba con mayor énfasis el área que a él le interesaba (en Cananea había una preparatoria federal por cooperación), decidió mudarse a la capital del estado, en 1963.
Su primer hogar en Hermosillo fue la Casa del Estudiante Cananense, en donde permaneció dos años. Posteriormente vivió en casas de asistencia. El cambio de forma de vida fue muy drástico, ya que como miembro de una familia pequeña no estaba acostumbrado a convivir y compartir la vida cotidiana con mucha gente, y en la casa de estudiantes vivían alrededor de cincuenta. Otra de las circunstancias a las que tuvo que adaptarse fue el difícil verano de Hermosillo, que en nada se parecía al de Cananea.
Cuando estaba en la preparatoria se empezó a inclinar por la Ingeniería Química, una carrera nueva en la Universidad, en la que se requerían bastantes matemáticas, pero faltando unos cuantos meses para concluir sus estudios se enteró de que existía una escuela recién fundada y todavía poco conocida en la Universidad, la de Altos Estudios. A ella estaban adscritas las carreras de Física y Matemáticas. Decidió inscribirse en esta última. Era el año de 1965.
En diciembre de ese año su dedicación al estudio y su vocación y amor por las matemáticas se vieron recompensados con una distinción a nivel nacional, ya que obtuvo el primer lugar en el Segundo Concurso Nacional de Física y Matemáticas, organizado por la Escuela Superior de Física y Matemáticas del Instituto Politécnico Nacional, la Sociedad Matemática Mexicana y la Sociedad Mexicana de Física. El concurso estaba dirigido a estudiantes que ese año hubieran cursado el último año de vocacional, preparatoria o estudios equivalentes. En él participaron alumnos destacados de instituciones educativas de todo el país, como el Instituto Politécnico Nacional, el Liceo Franco-Mexicano, el Colegio Alemán Alexander Van Humboldt y el Instituto Tecnológico de Ciudad Madero, entre otras. En la ceremonia de entrega de premios, realizada en el IPN el 7 de marzo de 1966, el joven ganador escuchó las palabras de reconocimiento y estímulo del director de la institución, Dr. Guillermo Massieu, un diploma y un cheque por la cantidad de tres mil pesos.
Esa satisfactoria experiencia fue también una motivación para que ese mismo año él, junto con otros compañeros y maestros, comenzara a promover la realización de un concurso regional de física y matemáticas. A fines de 1968 le planteó al recién nombrado director de la Escuela de Altos Estudios, Ricardo Valenzuela Galindo, su propósito de organizar la primera emisión de ese concurso, y la propuesta fue aceptada. La convocatoria se publicó en enero de 1969 y el concurso tuvo muy buena aceptación. Para promoverlo visitó personalmente diez de las once escuelas preparatorias que había entonces en Sonora. Desde entonces el concurso se ha realizado ininterrumpidamente y se ha ido enriqueciendo con otras actividades paralelas como conferencias, exposiciones y exhibición de películas. Al cumplirse el aniversario número 30 del concurso, recibió un reconocimiento de parte de los departamentos de Física y de Matemáticas de la Universidad de Sonora.
Durante su etapa de estudiante universitario tuvo su primer trabajo formal: en enero de 1969 comenzó a dar clases en la preparatoria de la Universidad de Sonora. Desde entonces no ha dejado de trabajar en la institución, y no piensa dejar de hacerlo mientras tenga salud y energía. Además, tiene el gran ejemplo de su padre que tuvo una vida laboral de más de cincuenta años.
Durante sus estudios conoció a la que sería su esposa, Martha Ivonne Sánchez Cabanillas, originaria de Ciudad Obregón. Ella estudiaba la carrera de Literaturas Hispánicas, que también estaba ubicada en la Escuela de Altos Estudios. Se casaron en 1972 y tuvieron tres hijos: Marco Antonio, Lilia Yvette y Daniel Jesús.
Marco Antonio Valencia es un hombre que desde chico ha desarrollado valiosos pasatiempos. En la secundaria inició una colección de estampillas que todavía conserva. Los timbres le gustaron por su belleza y porque a través de ellos aprendía historia y geografía, materias que siempre le han interesado. En esa misma época inició una colección de monedas antiguas, la cual también conserva. Como parte de su avidez de conocimiento, desde adolescente se interesó por los idiomas. En la secundaria comenzó con los cursos de inglés que le daban en la escuela y, una vez establecido en Hermosillo, ingresó a la Alianza FrancoMexicana a estudiar francés (1967-1970), el cual perfeccionó durante una estancia que hizo en París en 1970. Ese mismo año, ya de regreso en Hermosillo, decidió continuar con el aprendizaje del inglés ya que anteriormente había ingresado al Instituto México Americano de Relaciones Culturales (IMARC), lo cual le fue muy provechoso ya que la mayor parle de la literatura de su disciplina está en inglés. Después de que terminó su período como rector se inscribió y concluyó todos los niveles de los cursos de inglés, ruso e italiano que se imparten en la Universidad de Sonora.
Desde que era adolescente le ha apasionado la música. En Cananea aprendió a tocar la guitarra de manera lírica.
En la actualidad sigue disfrutando mucho de la música. Le gusta escuchar piezas de guitarra popular y clásica, música clásica en general y Bel Canto. El jazz y otro tipo de música no le atraen mucho ya que prefiere las obras bien estructuradas, que permitan que el receptor pueda tener una visión estética de conjunto. Ese criterio lo aplica a otras disciplinas como la poesía, género que no sólo le gusta leer sino escribir ocasionalmente.
Entre las disciplinas sobre las que más le gusta leer destaca la historia. El libro más reciente que ha leído es Las Claves de Egipto, de Lesley y Roy Adkins, que narra la ardua carrera que se vivió en Europa para descifrar los jeroglíficos egipcios, y en particular las aportaciones de Champollion. Combina este tipo de lecturas con temas de historia regional. Le gusta el cine pero como esparcimiento no como objeto de análisis.
Desde que estaba en la carrera le interesó la posibilidad de llegar algún día a ser rector, como la máxima distinción y oportunidad de servir a su Alma Mater. Su personalidad motivó que más de una persona, maestros o compañeros, le expresaran su deseo de verlo al frente de la rectoría. Su actitud al respecto fue que se prepararía para llegar a tener ese cargo, pero no lo buscaría, de tal manera que si eso no llegaba a ocurrir no significara para él una frustración. “Yo tengo la filosofía de que no hay que forzar las cosas, todo se da a su tiempo si tiene que ocurrir. Hay que estar preparado para las oportunidades y tomarlas cuando se dan, pero no tratar de forzar la situación si no están dadas todas las condiciones”, expresa. En 1982 por primera vez vio cercana esa posibilidad. Para entonces ya había sido consejero universitario alumno, consejero universitario profesor, secretario académico de la Escuela de Altos Estudios, coordinador de la Maestría en Matemática Educativa, y pronto agregaría la jefatura del Departamento de Matemáticas y la asesoría académica de Rectoría. Era una época muy difícil para la Universidad, el Consejo Universitario estaba muy polarizado, había tres grupos buscando definir el rumbo de la institución; dos de ellos fueron a hablar con él y le propusieron que participara como candidato a la rectoría. Se iniciaron pláticas con el tercer grupo pero por el hecho de que éste no había participado de origen en ese propósito, no dio su apoyo y él decidió no contender, retirándose para propiciar un acuerdo sobre otra persona.
La segunda ocasión, en 1989, varios grupos fueron a proponerle que fuera candidato y, sopesando tanto la cantidad de personas como la seriedad y prestigio académico de todas ellas, decidió aceptar esa gran responsabilidad. “Yo estaba preparado para afrontar el reto: desde el punto de vista emocional tenía la madurez suficiente; por el lado del conocimiento de la Universidad tenía muchos años formando parte activa de ella, y desde la perspectiva del conocimiento de otras instituciones conocía la UNAM y el Politécnico Nacional. Todo ello me daba herramientas para distinguir cuáles eran los problemas de fondo de la institución, lo mismo que ideas sobre cómo ir resolviendo esos problemas. Sabía que muchos académicos las compartían y estaban dispuestos a trabajar por ellas. Las relaciones intrauniversitarias formaban una especie de hilo que se había ido entramando y anudando por todos lados. Era necesario desenredar esa maraña y romper con muchos criterios que habían estado funcionando mecánicamente hasta entonces para centrarse en el único válido, que era el académico. En ese proceso no se le podía dar gusto a todos ni satisfacer todas las posiciones que había en la Universidad, pero si lográbamos cambiar las cosas respetando la tarea social que teníamos que cumplir como institución y nuestro trabajo como académicos, podríamos salir adelante aunque hubiera gente inconforme”.
Cuando asumió la rectoría la ley que regía la institución databa de 1973 y ya estaba muy rebasada, no se podía aplicar como estaba ya que no contemplaba la investigación, dejando al margen de las decisiones al personal más preparado, y tampoco consideraba a las unidades foráneas: “Era una verdadera camisa de fuerza para la institución. No había un Estatuto o Reglamento General, pues sólo existía una parte inconclusa de éste, que había sido elaborada para la Ley Orgánica de 1953 y se aplicaba ‘en lo que no se opusiera’ a la Ley Orgánica de 1973. Cuando no hay una normatividad adecuada se generan conflictos que distraen a los profesores y estudiantes de lo que debe ser su objetivo fundamental: lo académico; y al contrario, cuando hay una normatividad clara y adecuada las cosas fluyen y el trabajo rinde. Actualmente la institución cuenta con una Ley Orgánica que tiene más de diez años operando y puede funcionar muchos años más; tiene un Estatuto General y cuenta con otros reglamentos. Pero hay algunos que todavía hacen falta, como por ejemplo una actualización del Estatuto del Personal Académico para ponerlo en concordancia con la Ley Orgánica y el Estatuto General”.
El ser una persona tranquila, que le gusta escuchar y que acostumbra reflexionar ampliamente antes de tomar cualquier decisión, son elementos que lo ayudaron a afrontar las problemáticas generadas por los cambios que durante su cargo se vivieron en la institución. Además, para mantener la serenidad y la objetividad, tomó la determinación de “separar” a la persona de nombre Marco Antonio Valencia Arvizu, de la figura del rector. “Marco Antonio Valencia Arvizu, la persona, sería solamente un observador marginal que buscaría analizar las situaciones y apoyar a Marco Antonio Valencia Arvizu, el rector; intencionalmente me propuse hacer una especie de desdoblamiento. Yo creo que eso me ayudó a mantener la serenidad y la objetividad”.
Sobre la situación actual de la Universidad de Sonora, considera que si la comparamos con el resto de las universidades estatales está en una posición ventajosa por su estabilidad, por su estructura, por su dinámica en la formación de sus propios recursos humanos, por sus programas de reconocimiento al mérito académico y por ser líder en algunas áreas del conocimiento. En el futuro la Universidad debe fortalecer los posgrados y sus programas de formación de recursos humanos, para sostenerse como la institución señera de la educación superior en Sonora.
Para Marco Antonio Valencia Arvizu el optimismo es una de las principales actitudes que debe tener un ser humano para alcanzar sus metas: primero debe creer y estar convencido de que esa meta es alcanzable. En segundo lugar la meta que se está proponiendo debe ser, en términos reales, posible. Y seguidamente tiene que haber dedicación, persistencia y perseverancia para ir siempre dando pasos con el rumbo dirigido hacia la consecución de esa meta. Finalmente debe existir disposición a sacrificar cosas, en el sentido de que cuando se tiene una meta muy clara hay que priorizar todo lo que tenga que ver con el logro de esa meta, y al momento de hacerlo hay cosas que necesariamente se tienen que dejar de lado.
El espíritu de servicio es, para él, uno de los valores fundamentales del ser humano. “Vivimos en una sociedad, no estamos solos, no nos bastamos a nosotros mismos, por lo que lo mínimo que podemos hacer es ayudar a los demás en la medida de nuestro alcance”. El amor a la verdad y su búsqueda es otro valor prioritario para él: “Como profesor universitario mi trabajo debe ser buscar la verdad en las cosas, tratar de entenderlas como son y transmitirlas como son”. Otros valores que aprecia mucho en las personas y que trata de practicar son la actitud positiva hacia los demás y hacia lo que ocurre alrededor, y la congruencia entre lo que se hace, lo que se dice y lo que se piensa.
En el transcurso de su vida como estudiante y profesor universitario le ha tocado experimentar en carne propia los acelerados cambios tecnológicos que se han dado en las últimas décadas. Durante la preparatoria no sólo no había computadoras sino que tampoco existían las calculadoras de bolsillo, lo que se utilizaba era la regla de cálculo. Le sorprende que cuando se introdujo la computación se pensara que el trabajo de los matemáticos se iba a ver afectado, cuando en realidad se ha incrementado. Para él la tecnología es amoral, es decir, no es ni buena ni mala: “El uso que se le da es el que puede ser bueno o malo, ya que una misma tecnología se puede usar para hacer daño o para hacer el bien. El desarrollo o evolución de la tecnología es algo inherente a la humanidad, al avance del hombre, y el lado bueno de ella es que permite resolver problemas que antes era imposible resolver”.
En la atmósfera acelerada de cambios y de ajustes que se está viviendo actualmente él es optimista, o por lo menos trata de serlo, en el sentido de que todo, tarde o temprano, va a desembocar en una etapa mejor para toda la humanidad. Piensa que es natural que, en la medida en que uno de los polos que existían en el mundo perdió toda su fuerza, el que sobrevivió tenga al1.ora todas las posibilidades de imponer reglas a nivel global en el contexto del comercio internacional, y lamentablemente lo que interesa a los países desarrollados es seguir manteniendo su status a costa del trabajo de los países no desarrollados. Lo que está rigiendo el mercado es la oferta y la demanda y ésta la controlan los países que tiene más capacidad económica, lo que lleva a distorsionar la economía de los demás. México, de ser un país de economía primaria se ha convertido en un país maquilador, donde lo único que aporta es la mano de obra. Y ya han pasado más de veinte años de crisis económica, de deterioro permanente del poder adquisitivo de los trabajadores. “En el panorama internacional la polarización antes era este-oeste, ahora es norte-sur, pero todo tiene un límite, y considero que así como no se dio una guerra nuclear entre el bloque soviético y la OTAN tampoco se llegue a la situación extrema de que cada vez se subyugue más a los países del tercer mundo, porque esto a fin de cuentas será un suicidio a nivel global”. Es muy probable que en unas décadas más China se convierta en la nueva potencia mundial, lo que va a modificar la correlación de fuerzas. Lo que conviene, dice, a los Estados Unidos, y que debe ser su estrategia, es ayudar al desarrollo de América Latina para que en un futuro se forme un solo bloque «de otra forma en treinta o cuarenta años se van a quedar solos», considera.
Como parte de sus proyectos en curso destaca la organización de un Seminario de Historia de las Matemáticas que inició en septiembre de 1999. Su propósito es situar a las Matemáticas en su contexto histórico y cultural, analizando los aspectos humanísticos y filosóficos que acompañaron su generación y desarrollo. Cada semestre se imparten alrededor de treinta conferencias que están a cargo de profesores del departamento. Como producto del Seminario, en 2002 inició la publicación de una revista denominada Apuntes de Historia de las Matemáticas, de la cual él es coordinador editorial; su periodicidad es cuatrimestral y se distribuirá en instituciones educativas de todo el país.
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Principales avances de la Universidad de Sonora durante el rectorado de Marco Antonio Valencia
Promulgación de la Ley Orgánica No. 4, que plantea una reestructuración de la Universidad con base en un régimen de des concentración funcional y administrativa, a través de unidades regionales, divisiones y departamentos, y la integración de órganos colegiados.
Se crearon la Secretaría General Académica y la Secretaría General Administrativa, así como las direcciones de Servicios Estudiantiles, de Servicios Generales, de Promoción Financiera y de Comunicación.
Se inició el primer doctorado: Ciencias de Materiales (Polímeros). Se crearon 5 maestrías y 7 especialidades.
Se estableció el Programa de Becas al Desempeño Académico y el Programa de la Carrera Docente.
Se establecieron convenios de cooperación académica con 5 instituciones extranjeras.
Se construyó el Centro Universitario de Información y Consulta.
Se formó el Fondo Universidad de Sonora con aportación inicial de 500 mdp.
Se construyeron 10 edificios; se incrementaron las áreas verdes en 5,650 m2.
Se recuperó el uso del himno universitario en los actos oficiales de la Universidad.
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Fuente:
Guadalupe Beatriz Aldaco. Nuestro rectores. Edición conmemorativa del 61 aniversario de la Universidad de Sonora.
Obra plástica: Enrique Rodríguez